“BIENVENIDO A ARIZONA,
EL ROAD TRIP POR EL DESIERTO ROJO QUE TE CAMBIARÁ LA VIDA”
El calor asfixia, sus grandes ciudades no impresionan y los
peligros a esquivar suelen venir en forma de tormenta de arena ('haboob' para los
locales) o serpiente de cascabel (la 'diamondback' da nombre a su orgulloso
equipo de béisbol).
Sin embargo, el Estado del Gran Cañón cuenta con una belleza
desértica, poco pulida y de vida salvaje que ha visto en sus raíces indígenas y
en la estela de los westerns de John Wayneuna excusa para no ser domada.
Sus cactus y su piedra rojiza ejercen de emblema nacional.
Mientras, el río Colorado dibuja a su paso algunos de los puntos más bellos del
planeta. Pero Arizona es mucho más que aridez en ascuas, es algo así como la
historia, la cultura y la naturaleza que brota mientras buscas al Coyote y al
Correcaminos desde sus vastas autopistas.
Este 'road trip' arranca en Phoenix, su capital, donde
aterrizan prácticamente todos vuelos con destino Arizona. Una vez montados en
la autopista interestatal I-17 atravesaremos el Bosque Nacional de Coconino
hasta dar con las encarnadas formaciones rocosas que envuelven la ciudad de
Sedona. Los atractivos aquí no son pocos, así que alargar la estancia un par de
días será de todo menos descabellado. Combatir el calor es mandatorio y hacerlo
desde los toboganes naturales del parque acuático Slide Rock será probablemente
la más deliciosa 'trampa' turística. Para quienes prefieran un chapuzón
relajado, merece la pena sudar la camiseta hasta el riachuelo de Chavez Ranch,
un oasis en plena naturaleza. La Capilla de la Santa Cruz será nuestra próxima
parada, puesto que no hay que ser católico ferviente para apreciar la
singularidad de este templo modernista incrustado en roca. No muy lejos, Bell
Rock y Cathedral Rock dibujan el famoso y abrupto 'sky line' de este paraje
mientras nos desafían a coronar su cima. Pescar en Oak Creek Canyon o
acercarnos a la ciudad minera (hoy fantasma) de Jerome serán el mejor broche a
nuestra estancia.
Con la vista puesta en el Gran Cañón, continuaremos hacia el
norte por la carretera 89 hasta fundirnos con la histórica Ruta 66 (hoy I-40) y
hacer parada (o más bien dejar que se pare el tiempo) en la localidad de
Williams. Famosa por haber conservado el espíritu de la 'Mother Road' como
nadie, en sus calles se mezcla un ambiente de Salvaje Oeste, estridentes
neones, carismáticos restaurantes y superávit de souvenirs. Obligatorio
saborear el cielo con un trozo de tarta en Pine Country Restaurant.
De nuevo en ruta, tomaremos la 64 hasta el Parque Nacional
del Gran Cañón. Sucede que elegir qué 'lado' del cañón visitar es parte
importante ya que cada uno ofrece una experiencia diferente (con 446 km de
largo y 29 km de ancho es algo a tener en cuenta). Nosotros nos quedaremos con
la orilla Sur, la más accesible y la que nos 'robará' menos horas de viaje.
Permanecer perplejos en cada uno de sus miradores, adentrarnos en él a través
del Bright Angel Trail (posiblemente en mula) o sobrevolar su inmensidad marcarán
nuestro viaje. Si buscas la opción más cómoda, haz noche Gran Canyon Village.
Por difícil que parezca despedirse de estas vistas, muchos te
dirán que lo mejor está todavía por llegar. Desde Grand Canyon Village
seguiremos el rodeo que da la carretera 64 para acercarnos a la frontera con
Utah y plantarnos, en apenas dos horas y media, en Marble Canyon. Recomendamos
invertir al menos dos días en esta zona, dado el gran número de atractivos que
concentra. Si continuamos por la carretera 89A hasta Vermilion Cliffs y el
Cañón Paria, el desierto jugara con nosotros como lo haría una ilusión óptica.
Si recorremos la famosa Ola de Coyote Buttes (y tenemos el azar de nuestro lado
ya que se accede a través de un sorteo) será como perderse en una marea de
tonalidades rojizas y sinuosas curvas. Muy cerca descansa Horseshoe Bend, el
meandro en forma de herradura que deja el río Colorado tras su paso y uno de
los puntos más visitados del estado gracias a la gracia con la que desafía toda
lógica. Y, por último, la gran atracción y lugar de peregrinaje para
'influencers' como Dulceida o Ninauc: el Cañón del Antílope, una maravilla que
ejerce de tragaluz para iluminar las suaves e imposibles formas que resultan de
su erosión. Entre la variedad hotelera de la cercana ciudad de Page
encontraremos nuestro merecido descanso.
Casi 200 kilómetros nos separan de Monument Valley, un arisco
paisaje en territorio Navajo que nos regalará más de un 'déjà vu' gracias a
clásicos del cine como La diligencia (1939), Easy Rider (1969) y ese genial
momento en el que Forrest Gump (1994) decidía que ya era hora de dejar de
correr, que mejor volver a casa. Este Parque Tribal se disfruta y se recorre en
coche gracias a sus más de 27 kilómetros de carretera. Ver amanecer o esperar a
que atardezca será impagable y, para ser sinceros, las famosas 'manoplas' de
arenisca lo merecen.
Llegados a este punto, dejamos a tu elección lo de visitar el
turístico monumento Four Corners (único punto del país en el que convergen
cuatro estados) aunque nosotros preferimos darles otra salida a las casi dos
horas al volante, como, por ejemplo, explorar Nación Navajo.
Nos deslizaremos por la carretera 191, haciendo parada para
estirar las piernas en la inmensidad del Cañón de Chelly, con su sobrenatural
Spider Rock. Todavía nos queda recorrido hasta Window Rock, capital de Nación
Navajo donde será obligatorio hacerse una foto con la 'ventana' que se forma en
sus paredes de piedra, aprender más sobre estos nativos americanos en Navajo
Nation Museum y regalarse alguna pieza de bisutería artesanal en el mercadillo
de Ch'ihootso.
Deberemos reservar un día de viaje para volver a Phoenix
(aproximadamente cinco horas) aunque disfrutando del camino y concediéndonos
paradas en el Parque Nacional del Bosque Petrificado y en el Bosque Nacional de
Tonto que atravesaremos como colofón.
Si por casualidad tuviéramos un par de días extra, sería una
locura no acercarse al rincón sudeste de Arizona. Añadiendo sólo una hora de
viaje nos plantaremos en Tucson, la ciudad más importante de esta zona en
expansión conocida como el Corredor del Sol. Aquí nos esperan maravillas del
tamaño del Parque Nacional Saguaro (suelen pasar 100 años hasta que estos
cactus gigantes desarrollan su primer 'brazo'), podremos medirnos ante su fauna
y su flora en el Museo del desierto de Arizona, contemplar la arquitectura de
la misión católica española San Xavier del Bac o disfrutar de los restaurantes
y la vida nocturna de su 4th Avenue.
¿Todavía con fuerzas para más? 150 kilómetros nos separan del
antiguo pueblo minero de Bisbee, prácticamente rozando la frontera con México.
Sin embargo, de camino podremos sortear estalactitas y estalagmitas en las
Cavernas de Kartchner y creernos parte de un 'western' en la máquina del tiempo
que es Tombstone. Una vez en Bisbee, recuerda sumergirte en sus galerías de
arte, cafés y 'saloons', serán el argumento definitivo para hacer de Arizona tu
escarpado paraíso sobre la tierra.
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