“EL PUEBLO PROVENZAL
CON 50 AÑOS DE LUJO Y NOCHES SIN FIN”
Mientras se estrenaba El violinista en el tejado, Jesucristo
Superstar, El último tango en París, El discreto encanto de la burguesía,
Fiebre del sábado noche y El diablo sobre ruedas, los actores de los 70 pasaban
los días de verano alejados de los focos del plató dejándose deslumbrar por el
azul turquesa del mar y el anonimato chic de las calas de un pueblecito de
pescadores que una rubia explosiva puso de moda a finales de los años 50.
Saint-Tropez era una fiesta que prolongaba el hippismo y el
amor libre de los 60, con nuevos acentos de rock integral, glam rock, e incluso
punk. En su pintoresco puerto -rodeado de casas con fachadas de colores, el
barrio típico de la Ponche y la plaza de Les Lices- atracaban en sus lujosos
yates toda la gente guapa de entonces, que acudía, en trance, a la llamada del
Byblos, el hotel más famoso y que más famosos ha alojado durante 50 años.
Creado a imagen y semejanza del puerto de Byblos en el
Líbano, nació del amor. El de Jean-Prosper Gay-Para, un hostelero libanés
multimillonario enamorado de Brigitte Bardot, que quería dedicarle un Taj Mahal
en el Sur de Francia. Una bonita historia truncada por la Guerra de los Seis
Días que, en 1967, obligó al enamorado a volver a Beirut y a vender su hotel a
Sylvain Floirat, brillante hombre de negocios y bisabuelo de Antoine Chevanne,
que asumiría la dirección del Grupo hotelero Floirat en 2006.
Afortunadamente, muchas otras historias de amor (algunas
imposibles, como la de Mick Jagger y Bianca Pérez Moreno de Macias, quien
después de su boda en el Byblos hizo de "mi matrimonio acabó el mismo día
de mi boda" una de sus frases más célebres) han tenido cabida entre sus
azulejos andaluces, sus balcones y escaleras de hierro forjado, sus cortinas de
Madras con hilos de oro, sus fachadas de colores, su jardín de buganvillas,
olivos, jazmín y palmeras, su piscina alrededor de una plaza central a la
sombra de un olivo centenario importado del Líbano.
La larga lista de clientes famosos y las fiestas nocturnas
que se celebran en el hotel Byblos le han elevado a la categoría de mito de la
Côte d´Azur desde su inauguración, el 27 de mayo de 1967. Sus madrinas fueron
Mireille Darc y Brigitte Bardot y, atraídas por estas relaciones públicas
espontáneas, Françoise Sagan, Juliette Greco, Eddy Mitchell, Paco Rabanne,
Michel Polnareff pisaron en algún momento esta meca del amor libre y del
posterior pijerío turístico.
En los noventa, por las llamadas veladas blancas del
productor discográfico Eddie Barclay -fiestas que obligaban a los asistentes a
vestir de color blanco- pasaron Jack Nicholson, Barbra Streisand, Elton John y
Rod Stewart.
Las top models Naomi Campbell, Kate Moss y Giselle Bündchen
han disfrutado aquí de grandes recepciones nocturnas, igual que otros invitados
de la casa como Paris Hilton, Penélope Cruz, Kylie Minogue, Boris Becker y
David Beckham. Un ir y venir de estrellas rutilantes que veían cómo aquel
pueblecito de pescadores alimentaba el mito con su estancia.
Este pueblo provenzal de casas estrechas, ascendido a la
categoría de Palace en 2012, cuenta con una superficie de 17.000 metros
cuadrados. Sus balcones y edificios a distintos niveles, diseñados por los
arquitectos Christian Auvrignon, Philippe Monnin y Philippe Siccardon, celebran
hoy sus bodas de oro con grandes alianzas que llevan la firma de Audemars
Piguet, que ha lanzado dos ediciones limitadas de su Royal Oak Offshore
dedicadas al hotel Byblos, de Missoni Home, Goyard, Dom Pérignon (con cinco
ediciones limitadas de Matusalén, personificando cada uno una de las cinco
décadas), Sisley y Roll Royce.
Pero qué hace que este lugar, que se puso de moda a finales
de los 50, siga siendo visitado por las estrellas de Hollywood y los aspirantes
a formar parte dejet internacional. Para algunos, será el hecho de encontrar un
lugar tan lujoso como cómodo, donde la exigencia y la excelencia son objeto de
culto, en donde todo es discreción, calma y voluptuosidad.
Para otros, será por el placer nostálgico de reproducir el
ritual nocturno que se viene repitiendo desde hace décadas. Tras un día de
compras, paseos por el barrio de la Ponche, tapeo en el Café de Pariso del
relax en alguna de las calas de color turquesa y esperar la puesta de sol en el
Club 55 -un chiringuito de playa exclusivo que empezó siendo la caravana para
el catering durante el rodaje de Y Dios creó a la mujer, dirigida por Roger
Vadim, el entonces marido de una jovencísima Brigitte Bardot-, los noctámbulos
se enfrentan a la difícil tarea de elegir entre el templo de la noche de Les
Caves du Roy, la discoteca del hotel Byblos, o el night club VIP Room, también
frecuentada por celebrities, cantantes y actores súper VIP.
Pero hasta los inmortales tienen necesidades básicas como la
de comer, e incluso cenar; aunque en este contexto, básico no sería el adjetivo
más apropiado… En 2002 se inauguró el Spoon, el restaurante de Alain Ducasse
que once años después se convertiría en el Rivea, una mesa gastronómica de
productos de la Riviera orquestada por Alain Ducasse y su discípulo el Chef
Vincent Mallard, con creaciones que van desde pequeñas pizzas, risotto,
verduras, pan tumaca, riquísimos pescados, con una dorada marinada y berenjenas
al aceite de oliva como plato de autor, y carnes.
Junto a la piscina, y a la sombra de los limoneros, el
restaurante B ofrece, además de desayunos, cócteles, almuerzos y aperitivos, un
original concepto, Byni’z, que ameniza las cenas: un vals de pequeños platos y
picoteo inspirado en los mezze, antipasti, tapas y otros finger food de lujo.
Y es que la perfecta combinación de lujo y privacidad lo
convierten en un imán para grandes viajeros, curiosos y gente que está
dispuesta a vivir una experiencia que va más allá del dinero y los conceptos
clásicos de elegancia.
Sus 91 habitaciones están decoradas personalmente por
Mireille Chevanne, con el más exquisito gusto y los materiales más lujosos. La
más pequeña de sus habitaciones ofrece más de 30 metros cuadrados, mientras que
el estándar mínimo requerido para una calificación de 5 estrellas es de 18. Las
suites disponen de terraza o están distribuidas en dúplex y van de los 60 a los
180 metros cuadrados. Lo más parecido a sentirse realmente en casa.
Aún queda otro placer por descubrir. El spa Byblos by Sisley
fue el primero que la firma de cosmética de alta gama abrió en el mundo en
2007. Desde entonces, este santuario del cuidado personal ha mimado a sus
huéspedes a lo largo y ancho de cinco cabinas, un hamman, un patio y un salón
libanés, reconstruido pieza por pieza, todas traídas desde el Líbano.
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