“EN RUTA POR EL
LUBERON, EL CORAZON DE LA PROVENZA”
Situada al norte de esta región icónica, el Luberon es una
cadena montañosa sobre la que se dibuja un rosario de pequeños pueblos de
vistas impresionantes.
La ruta arranca al norte, en Venasque. Desde la lejanía se
hace muy presente el pueblo, en lo alto de un risco que domina una llanura
salpicada de viñedos y árboles frutales. Ya se advierte su majestuosidad. Esta
pequeña aldea transmite su encanto nada más pisarlo. No tan visitada como otras
localidades del Luberon, la tranquilidad de sus calles es muy perceptible.
Se aparca en la parte alta del pueblo, cerca de la iglesia.
En la plaza contigua, se puede disfrutar de la vista. Al fondo, el monte más
alto de la Provenza, el mítico Mont Ventoux. Después hay que dejarse caer por
la calle principal que, cuesta abajo, va hacia la plaza central del pueblo.
Allí se arremolinan lugareños y visitantes. La mejor opción
en Venasque es caer rendido ante el encanto de sus casas pintadas en colores
pastel, con sus contraventanas de madera en azul cielo y la hiedra dando lustre
a las fachadas.
La siguiente parada lleva a Notre-Dame de Sénanque. Perdida
en una hondonada, entre los montes del Luberon, esta abadía cisterciense transmite
una tranquilidad especial. Hay que llegar andando hasta ella, tras pasar los
campos de lavanda que la protegen (en flor entre julio y agosto).
Reina un silencio en esta esquina de Francia sólo roto por
los turistas. Hasta aquí se acercan en buen número para visitar este ejemplo
del arte cisterciense primitivo fechado en el siglo XII.
Todos los ingredientes para encontrar la paz se dan cita en
Notre-Dame de Sénanque. Pero si quieres encontrarla de verdad, ve al atardecer.
Los franceses cenan pronto, hacia las 7 u ocho de la tarde y eso, sin duda, es
una ventaja para nosotros…
DE CAMINO HACIA LA
PINTORESCA GORDES
El camino prosigue hacia Gordes. Una de las estrellas de la
Provenza. Elegante y estratégicamente situado sobre una de las colinas del Luberon
luce con orgullo su fama de pintoresco. Callejuelas serpenteantes, con cuestas
que acaban en espectaculares miradores le dan brillo. Para aparcar en Gordes lo
más adecuado es hacerlo en uno de los párquines habilitados a la entrada y la
salida del pueblo (la carretera cruza la localidad).
Además de caminar el pueblo, dejarte seducir por alguna de
sus encantadoras tiendas de productos locales o visitar su castillo, hay una
vista que no puedes perderte. Es la que se puede disfrutar al lado de la
carretera, nada más dejar atrás el pueblo, en dirección a Cavaillon.
Desde aquí es posible observar la magnificencia de un paisaje
en el que la piedra y el verde de la colina se dan la mano de una forma tan
perfecta que conmueve. Gordes es una buena muestra de la estética más que
cuidada de estos pueblecitos del Luberon. Localidades que compiten entre sí un
año tras otro por ser la más bella de Francia. Y lo exhiben orgullosos en
carteles a la entrada.
En esta búsqueda de la belleza rural provenzal, la siguiente
parada es Ménerbes. Como sus vecinas, también compite por ser la más guapa de
Francia. Y se muestra seductora dominando la llanura. A sus pies, vides
centenarias le rinden pleitesía. Una composición que no por repetida cansa.
LACOSTE: DEL MARQUÉS DE
SADE A PIERRE CARDIN
Tras Ménerbes, llega Lacoste. En este pequeño pueblo está el
castillo del marqués de Sade. En 1771, el marqués huyó de París para escapar de
los escándalos creados por un pensamiento demasiado liberal para la época.
Llegó a Lacoste y buscó refugio en el castillo que pertenecía
a su abuelo. Esta enorme construcción está fechada en el siglo XI y hoy está,
en parte, en ruinas. Su propietario actual es el diseñador Pierre Cardin, que
lo adquirió en 2001.
Además, se hizo con una veintena de viviendas en la
localidad. De hecho, hay quien lo acusa de estar creando “un pueblo para
ricos”. Más allá de la polémica, lo que es indudable es que Cardin ha
dinamizado esta pequeña localidad provenzal. Al calor de Cardin han acudido
jóvenes bohemios de toda Europa a los que es posible ver en los talleres de la
calle principal de Lacoste, que se tiende por la ladera a los pies del
castillo.
Desde Lacoste puede verse a lo lejos a otra de las
localidades que es emblema de estas montañas del Luberon. Se trata de Bonnieux.
Con sus empinadas calles, muy adecuadas para hacer ejercicio, esta localidad
francesa es un buen punto en el que alojarse o comer. Está presidida por la
iglesia, situada en un promontorio a 425 metros de altitud. Para llegar hasta
arriba hay que hacer un esfuerzo y subir más de 80 escalones. Pero, sin duda, merece
la pena.
A sus pies vuelve a tenderse plácida la Provenza. Los riscos
del Luberon y sus fértiles valles trufados de viñedos y frutales. Una esquina
de Francia en la que respirar paz y tranquilidad. Esa que tantas veces echamos
en falta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario