miércoles, 7 de junio de 2017


“TODOS LOS TRUCOS PARA ELEGIR LA MEJOR HABITACION DE HOTEL CUANDO VIAJAS POR EL MUNDO”

Se acerca el verano y con él, además del calor, las ansiadas vacaciones estivales que para los más viajeros suponen uno de los momentos más estimulantes del año. Vivir nuevas experiencias fuera de nuestras fronteras tiene, no obstante, un precio que va más allá del monetario. Se trata del coste en términos de tiempo que lleva buscar el alojamiento idóneo que nos permita descansar después de las agotadoras jornadas de visitas y aventuras.

Lo peor es que, pese a haber dedicado horas a escoger hotel, hostal, pensión o albergue, el responsable de la decisión puede darse cuenta, una vez en el sitio, de que se equivocó totalmente en su elección. Esta situación es la que ha inspirado al periodista y viajero empedernido Sergi Ramis a recoger en su nuevo libro algunas pistas que nos ayudarán a evitar las sorpresas desagradables.

Pero 'Cómo sobrevivir a los peores hoteles' (de la editorial Viajera) no entra en la categoría de manual, sino que el autor acompaña cada sabio consejo de un puñado de anécdotas del inabarcable saco que le ha proporcionado su experiencia en 3.000 hoteles de medio mundo. Él, cuenta en el prólogo de la obra, se ha dado cuenta con el tiempo de que lo que siempre buscaba en sus periplos no era un hotel, “sino —ni más ni menos— un sitio en el que dormir”.

Todo comienza (incluido el libro) por hallar el alojamiento adecuado. No obstante, antes de acudir a las tradicionales guías y folletos o a cualquier web, Ramis invita a hacer una reflexión. Junto con sus preferencias y la capacidad de su bolsillo, el viajero debería tener en cuenta el momento del itinerario donde se encuadra la pernoctación y qué va a hacer los días siguientes. Por ejemplo, si llega de noche a una ciudad, elegir pensión in situ puede convertirse en una odisea con pésimas consecuencias: se valora mal —por la escasa luz, el cansancio y el desconocimiento del lugar– y todo suele parecer bastante peor de lo que en realidad es.

Este tipo de consideraciones también influyen en la elección del emplazamiento. Dormir en hoteles próximos a las estaciones es una opción muy válida si al visitante le espera por la mañana un viaje en tren o autobús, aunque tampoco demasiado cerca, porque el ruido de los vehículos puede impedirle descansar.

GUÍAS EN PAPEL O EN WEBS: LO IMPORTANTE ES INVESTIGAR

A la hora de buscar los alojamientos disponibles en el destino, existen diferentes alternativas. Por un lado, están las guías de viajes de toda la vida, plagadas de información útil sobre los establecimientos. Aunque pueden suponer un buen punto de partida, hay que tener en cuenta que el autor de las mismas, de nuevo, puede tener preferencias distintas al viajero en cuestión, bien sea por hoteles muy caros o por pensiones de mala muerte. Puede ocurrir, además, que haya perdido la perspectiva de lo que puede aconsejar a sus lectores debido a sus numerosos viajes.

Por otro, cabe la posibilidad de hacer la pesquisa directamente en la calle. No se trata de una mala elección, siempre que no se llegue al lugar de noche —por las dificultades antes descritas—, que los establecimientos se encuentren muy alejados entre sí o que no se disponga del suficiente tiempo, pues podría perderse gran parte de la jornada en paseos inútiles.


Pero la opción más frecuente es, sin duda, internet. Hay webs y portales de todo tipo que recogen un buen número de alojamientos de distinta índole, desde hostales a espacios de acampada. Permiten conocer los precios y prestaciones anticipadamente, ver fotografías, ubicar los sitios en el mapa, reservar y leer los comentarios de antiguos huéspedes. Sin embargo, como advierte Ramis, “no es oro todo lo que reluce”, por lo que no está de más indagar sobre el hotel en cuestión y reducir un poco las expectativas.

La investigación pasa por visitar la web del alojamiento o hacer alguna búsqueda sobre él en la Red y echar un ojo a sus inmediaciones en Google Maps. También es una buena idea pedir aclaraciones a sus responsables a través de los típicos recuadros de observaciones. El hotel tiene wifi, pero ¿de duración indeterminada? ¿En las habitaciones o solo en las salas comunes? Cada aspecto puede cuestionarse para conseguir más detalles. Muchos sitios aseguran encontrarse a cinco minutos del centro, pero es muy diferente si se refieren a un trayecto a pie, en coche o en cohete espacial. El tipo de cama, el menú del desayuno, la existencia de una caja fuerte o las posibilidades que ofrecen para niños o artilugios como bicicletas son otros de los puntos que pueden suscitar dudas entre los usuarios. Acribillar a preguntas a los regentes del hotel puede servir, además, para que el viajero se haga una idea de lo que puede encontrarse al llegar, tanto si no obtiene ninguna respuesta como si esta es desagradable o escueta. A esto hay que sumarle que la actitud exigente indica a los responsables del establecimiento que sus huéspedes saben lo que quieren y que no aceptarán cualquier cosa.

Y las precauciones no se acaban una vez pulsado el botón de “reservar ahora”. Ramis relata cómo en cuatro ocasiones diferentes (tres en África y una en Asia) se quedó sin habitación en varios hoteles por estrambóticas razones – en una ocasión el presidente del Zaire se quedó con todas las estancias y en otra en Ruanda un equipo de rodaje se apropió del establecimiento al completo–. Sin embargo, en otros lugares en los que le pusieron problemas pudo sortearlos gracias a que llevaba la reserva impresa. ¿La moraleja? “Imprima siempre sus reservas”, por mucho que el viajero las lleve también en su móvil o tableta.

Todas las recomendaciones del escritor, así como otras que se te ocurran, son útiles para evitar sorpresas desagradables. Sin embargo, las decepciones y situaciones inesperadas pueden suceder pese a todo. La cuestión es no obsesionarse, por suerte o por desgracia se trata de los gajes del viajero aventurero, sobre todo cuando lo que se busca es el trato humano y una experiencia y no las mismas comodidades del hogar.

Ramis cuenta cómo en una ocasión tuvo que lidiar con las chinches (que se llevó a casa sin saberlo) y en otra durmió en una habitación con una cortina por puerta de entrada. Pero nos invita a no amedrentarnos y arriesgarnos a vivir historias inolvidables en cada viaje independientemente del colchón (o suelo) en el que tengamos que dormir.

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