“TODOS LOS TRUCOS PARA ELEGIR LA MEJOR HABITACION
DE HOTEL CUANDO VIAJAS POR EL MUNDO”
Se acerca el verano y con él, además del calor, las ansiadas
vacaciones estivales que para los más viajeros suponen uno de los momentos más
estimulantes del año. Vivir nuevas experiencias fuera de nuestras fronteras
tiene, no obstante, un precio que va más allá del monetario. Se trata del coste
en términos de tiempo que lleva buscar el alojamiento idóneo que nos permita
descansar después de las agotadoras jornadas de visitas y aventuras.
Lo peor es que, pese a haber dedicado horas a escoger hotel,
hostal, pensión o albergue, el responsable de la decisión puede darse cuenta,
una vez en el sitio, de que se equivocó totalmente en su elección. Esta
situación es la que ha inspirado al periodista y viajero empedernido Sergi
Ramis a recoger en su nuevo libro algunas pistas que nos ayudarán a evitar las
sorpresas desagradables.
Pero 'Cómo sobrevivir a los peores hoteles' (de la editorial Viajera) no entra
en la categoría de manual, sino que el autor acompaña cada sabio consejo de un
puñado de anécdotas del inabarcable saco que le ha proporcionado su experiencia
en 3.000 hoteles de medio mundo. Él, cuenta en el prólogo de la obra, se ha
dado cuenta con el tiempo de que lo que siempre buscaba en sus periplos no era
un hotel, “sino —ni más ni menos— un sitio en el que dormir”.
Todo comienza (incluido el libro) por hallar el alojamiento
adecuado. No obstante, antes de acudir a las tradicionales guías y folletos o a
cualquier web, Ramis invita a hacer una reflexión. Junto con sus preferencias y
la capacidad de su bolsillo, el viajero debería tener en cuenta el momento del
itinerario donde se encuadra la pernoctación y qué va a hacer los días
siguientes. Por ejemplo, si llega de noche a una ciudad, elegir pensión in situ
puede convertirse en una odisea con pésimas consecuencias: se valora mal —por
la escasa luz, el cansancio y el desconocimiento del lugar– y todo suele
parecer bastante peor de lo que en realidad es.
Este tipo de consideraciones también influyen en la elección
del emplazamiento. Dormir en hoteles próximos a las estaciones es una opción
muy válida si al visitante le espera por la mañana un viaje en tren o autobús,
aunque tampoco demasiado cerca, porque el ruido de los vehículos puede
impedirle descansar.
GUÍAS EN PAPEL O EN WEBS: LO IMPORTANTE ES INVESTIGAR
A la hora de buscar los alojamientos disponibles en el
destino, existen diferentes alternativas. Por un lado, están las guías de
viajes de toda la vida, plagadas de información útil sobre los
establecimientos. Aunque pueden suponer un buen punto de partida, hay que tener
en cuenta que el autor de las mismas, de nuevo, puede tener preferencias
distintas al viajero en cuestión, bien sea por hoteles muy caros o por
pensiones de mala muerte. Puede ocurrir, además, que haya perdido la
perspectiva de lo que puede aconsejar a sus lectores debido a sus numerosos
viajes.
Por otro, cabe la posibilidad de hacer la pesquisa directamente
en la calle. No se trata de una mala elección, siempre que no se llegue al
lugar de noche —por las dificultades antes descritas—, que los establecimientos
se encuentren muy alejados entre sí o que no se disponga del suficiente tiempo,
pues podría perderse gran parte de la jornada en paseos inútiles.
Pero la opción más frecuente es, sin duda, internet. Hay webs
y portales de todo tipo que recogen un buen número de alojamientos de distinta
índole, desde hostales a espacios de acampada. Permiten conocer los precios y
prestaciones anticipadamente, ver fotografías, ubicar los sitios en el mapa,
reservar y leer los comentarios de antiguos huéspedes. Sin embargo, como
advierte Ramis, “no es oro todo lo que reluce”, por lo que no está de más
indagar sobre el hotel en cuestión y reducir un poco las expectativas.
La investigación pasa por visitar la web del alojamiento o
hacer alguna búsqueda sobre él en la Red y echar un ojo a sus inmediaciones en Google
Maps. También es una
buena idea pedir aclaraciones a sus responsables a través de los típicos
recuadros de observaciones. El hotel tiene wifi, pero ¿de duración
indeterminada? ¿En las habitaciones o solo en las salas comunes? Cada aspecto
puede cuestionarse para conseguir más detalles. Muchos sitios aseguran
encontrarse a cinco minutos del centro, pero es muy diferente si se refieren a
un trayecto a pie, en coche o en cohete espacial. El tipo de cama, el menú del
desayuno, la existencia de una caja fuerte o las posibilidades que ofrecen para
niños o artilugios como bicicletas son otros de los puntos que pueden suscitar
dudas entre los usuarios. Acribillar a preguntas a los regentes del hotel puede
servir, además, para que el viajero se haga una idea de lo que puede
encontrarse al llegar, tanto si no obtiene ninguna respuesta como si esta es
desagradable o escueta. A esto hay que sumarle que la actitud exigente indica a
los responsables del establecimiento que sus huéspedes saben lo que quieren y
que no aceptarán cualquier cosa.
Y las precauciones no se acaban una vez pulsado el botón de
“reservar ahora”. Ramis relata cómo en cuatro ocasiones diferentes (tres en
África y una en Asia) se quedó sin habitación en varios hoteles por
estrambóticas razones – en una ocasión el presidente del Zaire se quedó con
todas las estancias y en otra en Ruanda un equipo de rodaje se apropió del
establecimiento al completo–. Sin embargo, en otros lugares en los que le
pusieron problemas pudo sortearlos gracias a que llevaba la reserva impresa.
¿La moraleja? “Imprima siempre sus reservas”, por mucho que el viajero las
lleve también en su móvil o tableta.
Todas las recomendaciones del escritor, así como otras que se
te ocurran, son útiles para evitar sorpresas desagradables. Sin embargo, las
decepciones y situaciones inesperadas pueden suceder pese a todo. La cuestión
es no obsesionarse, por suerte o por desgracia se trata de los gajes del
viajero aventurero, sobre todo cuando lo que se busca es el trato humano y una
experiencia y no las mismas comodidades del hogar.
Ramis cuenta cómo en una ocasión tuvo que lidiar con las
chinches (que se llevó a casa sin saberlo) y en otra durmió en una habitación
con una cortina por puerta de entrada. Pero nos invita a no amedrentarnos y
arriesgarnos a vivir historias inolvidables en cada viaje independientemente
del colchón (o suelo) en el que tengamos que dormir.
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