“VISITAR MÓNACO EN UN DÍA Y NO PERDERTE NADA”
Aunque toda la Costa Azul es una zona muy lujosa y la vida
allí es bastante cara, Mónaco podría ser considerado el representante por
excelencia. Y eso que es el segundo país más pequeño del mundo, con una
extensión de 1’95 kilómetros cuadrados, por detrás de El Vaticano. Por ello,
visitar Mónaco en un día puede resultar interesante y divertido para todos.
Lo primero que nos sorprendió fue su abarrotada construcción
en altos bloques de apartamentos, concentrados y encajonados entre la ladera de
la montaña y el mar. Apenas dejan espacio a las estrechas calles y, eso sí, a
los cuidados y brillantes jardines.
El Palacio del Príncipe
para comenzar a visitar Mónaco en un día
Nada más llegar a Mónaco fuimos directos a la colina sobre la
que se encuentra el Palacio del Príncipe, con la esperanza de ver el cambio de
guardia al mediodía. Sin embargo, lo más sorprendente que encontramos allí fue
al mismísimo inquilino del palacio, Alberto de Mónaco.
De repente, los guardias nos prohibieron pisar la calzada,
sin que supiésemos por qué, y, sin previo aviso, pasó rápidamente ante nosotros
un coche oscuro en el que se dirigía el príncipe, quien iba saludando a los
visitantes. Suponemos que esta situación se repetirá de cuando en cuando, así
que quién sabe si a ti también puede sucederte en tu visita a Mónaco.
Desde la colina del palacio se disfruta de bonitas vistas de
todo el principado, con su mar azulón como telón de fondo. Desde ahí, puede
callejearse por los alrededores y entrar a las tiendas de recuerdos que se
concentran en el barrio de Monaco-Ville. Si vas a comprar algo, recuerda que
los precios aún se señalan en dos monedas: el euro y el franco monegasco.
De Monaco-Ville a
Montecarlo
Continuamos la visita en la Catedral de Mónaco, donde se
encuentra la tumba de Grace Kelly, la actriz estadounidense -y primera plebeya–
que se convirtió en princesa. Su entrada en la familia Grimaldi en 1956
revitalizó la vida del país y atrajo a múltiples inversores.
Junto a la Catedral está el Palacio de Justicia de Mónaco.
Fue construido en 1924 y, como curiosidad, se utilizó toba marina, una piedra
que contiene una gran cantidad de cáscaras de moluscos, la misma con la que se
levantaron las murallas de la ciudad.
Mónaco está dividido en barrios, aunque los más turísticos
son Monaco-Ville, donde comenzamos el día, y Montecarlo, hacia donde nos
dirigíamos. Por el camino, entramos en el famoso Oceanográfico. Observar
pececillos de colores y hasta tiburones y rayas siempre es curioso, aunque los
tanques no eran especialmente impresionantes, y las salas estaban abarrotadas
de turistas.
El Casino de Montecarlo
El día iba llegando a su fin. Caminamos unos minutos más,
subiendo y bajando pendientes, y vimos por fin el famoso Casino de Montecarlo,
en el que se amasan grandes fortunas, pero nunca a costa de los 36.000
monegascos, quienes tienen prohibida la entrada. El Gobierno de Mónaco es dueño
mayoritario del casino, por lo que este supone una gran fuente de ingresos
extranjeros para el país. Esto permite ofrecer grandes ventajas fiscales a sus
residentes. Como curiosidad, sólo 8.000 personas tienen la nacionalidad
monegasca, el resto son inmigrantes atraídos por este pequeño paraíso.
Ante el casino, los clientes piden a viva voz a los mozos que
aparquen su potente coche, casi deseosos de que los turistas los miren, se
sorprendan, y hasta les saquen una foto. Es por aquí también por donde pasa el
famoso circuito de Mónaco de Fórmula 1.
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