lunes, 6 de agosto de 2018


“¿QUÉ VER EN ISRAEL EN UNA SEMANA?”



De los errores se aprende.  Tras mi viaje a Israel, puedo decir totalmente convencido eso de no juzgues un país antes de conocerlo. Lejos queda la idea absurda de que sólo es un destino para el turismo religioso porque este pequeño país esconde una increíble diversidad de escenarios, propuestas y opciones para satisfacer a todo tipo de viajeros.



Con tantos los lugares por visitar que es difícil elegir sin dejarse siempre algo interesante fuera del recorrido. En mi caso seguí por libre este itinerario de 7 días que no me defraudó en absoluto, aunque como siempre se puede mejorar.





Día 1- Tel Aviv- Cesarea – Acre- Tiberíades



La llegada a Israel no fue precisamente idílica. El avión aterrizó antes incluso del amanecer en el aeropuerto internacional Ben Gurion de Tel Aviv bajo un increíble diluvio que parecía dispuesto a estropear los planes. Sin embargo, después de recoger el coche en la propia terminal, superar un atasco histórico y conducir bajo la lluvia por la ribera del Mar Mediterráneo, el cielo regaló una tregua justo al parar ante el antiguo acueducto romano que hay en la playa un poco antes de la entrada al Parque Nacional de Cesarea.



Si te gusta la historia, la arqueología y el mar habrás llegado a tu propio paraíso y tienes que darle las gracias al mismísimo Herodes que levantó está ciudad romana allá por el S.I. a.C. Hoy, pasear por sus ruinas entre gaviotas y olas es toda una delicia muy recomendable que te llevará del puerto al hipódromo, las termas y el anfiteatro.





Siguiendo rumbo al norte, se quedó sin ver Haifa porque la siguiente parada era la ciudad costera de Acre, incluida en la ruta no porque viera pasar por su puerto a Alejandro Magno, Marco Polo e incluso a Napoleón, sino porque es la única ciudad por el momento que son dos en una. Bajo tierra, se esconde toda una auténtica ciudad cruzada con sus túneles secretos que merece la pena recorrer de la mano de un guía.



Y en la superficie, bulle la ciudad actual con sus callejuelas llenas de vida donde árabes y judíos conviven en una aparente sintonía, donde es posible relajarse en un hamman, comer pescado fresco en el puerto, perderte por el zoco o soñar con dormir entre nubes de algodón.



Tras un intenso día no queda tiempo ni luz para acercarse hasta Safed, así que solo resta dormir para reponer fuerzas en el idílico The Scots Hotel junto al inmenso lago Tiberias que no hubo tiempo de investigar.





Día 2. Tiberias- Nazaret- Monasterio de San Jorge- Mar muerto



De camino al Mar Muerto hay mucho por ver así que no hay tiempo que perder. La primera parada es Nazaret que, además de tener una innegable carga religiosa, hoy en día es la ciudad árabe más importante de Israel. Lo más relevante, además de un sinuoso casco antiguo adoquinado, es la basílica de Anunciación. Su arquitectura modernista sorprende muy gratamente, al igual que unos curiosos mosaicos en el patio que representan la imagen de la virgen con el niño Jesús en los países más diversos que puedas imaginar, una curiosa manera de viajar por el mundo a través de este icono.





Siguiendo la ruta hacia el Mar Muerto, tienes una parada que, bajo mi punto de vista, merece mucho la pena. En medio de la nada, no muy lejos de Jericó y de los campamentos de refugiados de Cisjordania, aparece tallado en la roca el Monasterio de San Jorge, desafiando al vértigo colgado en medio de un cañón. A pesar de encontrarlo ya cerrado por el horario, solo las vistas y el paseo para bajar hasta allí andando bien valen la parada.



Terminar la jornada conduciendo a orillas del famoso Mar Muerto es el punto final perfecto para la segunda jornada en este sorprendente país. En el tintero quedó el Parque Nacional de Qumrán donde se encontraron pergaminos y papiros que conforman los manuscritos más antiguos conocidos de la Biblia. En mi caso me quedo con los desérticos paisajes del camino, la fuerza del agua en una improvisada catarata de lluvia por la montaña y con este delicioso atardecer.





Día 3.-Ein Gedi- Sodoma- Mar muerto



Llega el día de descubrir el significado de la palabra oasis. En medio del duro desierto de Judea, entre dos cañones, se esconde Ein Gedi, una reserva natural donde puedes hacer trekking para ir descubriendo por el camino pozas, pequeñas cascadas y una sorprendente vegetación para huir del calor y con suerte toparte con la fauna desértica.



Tras probar la célebre flotabilidad en las aguas del Mar Muerto (ni se os ocurra meter la cabeza, ni mojaros los labios, advertidos quedáis), nada mejor que descargar adrenalina con una increíble ruta guiada en 4×4 por el monte Sodoma. Una experiencia 100% recomendable durante la que aprendes un montón de cosas de la mano del gran profesional Barak Horwitz, podrás hacer fotos increíbles y rodarás por lugares que parecen de otro planeta. No dudes en contactar conmigo si quieres su contacto.





Día 4  Massada-Avdat- Mitzpe Ramon- Jerusalén



Un madrugón de los buenos no sienta mal cuando el objetivo merece la pena. En este caso, ver amanecer desde lo alto de la fortaleza de Masada es la mejor de las recompensas. Hay que llegar aún de noche y subir a pie el famoso camino Snake Path que serpentea cuesta arriba para llevarte hasta la cima de esta increíble meseta donde un puñado de judíos resistió el asedio hasta romano, aunque eso hay que contarlo con más calma. A la vuelta puedes ahorrarte el camino bajando en funicular y admirar con calma las vistas con el Mar Muerto y Jordania al fondo.





Toca decir adiós al Mar Muerto para conducir todo el día hasta Jerusalén, pero dando un pequeño rodeo para unas paradas de interés. La primera es en medio del desierto del Neguev, en un cerro elevado donde hoy están las ruinas de la antigua ciudad de Avdat que fue parada obligatoria en las caravanas de nabateos que iban de Petra al Mediterráneo en el s. III a.C.



Sin abandonar el desierto se llega hasta uno de los lugares más fascinantes de Israel y que, curiosamente, no suele estar en los itinerarios turísticos. Se trata del pueblo de Mitzpe Ramon, el mejor mirador a Maktesh Ramon, el gran cañón de Israel donde la tierra se abre en una inmensa brecha de 40 kilómetros de largo y hasta ocho de ancho. Mi recomendación es hacer como poco una noche en esta localidad para explorar con calma este cráter bestial que ofrece, por ejemplo, interesantes trekkings para descubrir unos espectaculares paisajes lunares. Sin embargo, en este caso hubo que seguir rumbo a Jerusalén para dormir allí.






Días 5 y 6.- Jerusalén



Y por fin el itinerario desemboca en la inevitable Jerusalén donde dos días enteros no parecen suficientes para todo, pero aun así toca exprimir al máximo la ciudad santa. Un tour guiado consigue que te hagas una idea muy buena de todo lo que hay por abarcar, desde el Monte de los Olivos, a la Ciudad Vieja con sus diferentes barrios, la explanada de las mezquitas donde la Cúpula de la Roca es la protagonista indiscutible, el famoso Muro de Las Lamentaciones y sus túneles subterráneos, la iglesia del Santo Sepulcro…



Una vez que tengas ese panorama general, mi recomendación es que te pierdas por sus calles sin prisa ninguna para observar los contrastes de sus gentes, para escuchar su banda sonora, para respirar el ambiente de la ciudad, que vuelvas a distintas horas al lugar que te haya cautivado para ver cómo cambia a lo largo del día y que te sientas libre de prejuicios para elegir el Jerusalén que más te guste.





No te olvides de visitar Mahane Yehuda el mercado más famoso de Jerusalén para sumergirte en una fiesta donde olores y colores se pelean por sobresalir entre los puestos de dulces, pescados, verduras, quesos… Un lugar imprescindible para sentarte sin parpadear a ver pasar por delante de tu mirada la vida de los israelís. Ni se te ocurra ir un viernes por la tarde o un sábado porque lo encontrarás cerrado a causa del shabbat, sin embargo, visitarlo el viernes por la mañana o el jueves por la tarde asegura un ajetreo especial.



Por la noche también hay cosas que hacer en la ciudad y una de las más recomendables es el espectáculo nocturno en La Torre de David junto a la puerta de Jaffa. Un increíble juego de luces y proyecciones al aire libre que recrea la historia de la ciudad en un entorno privilegiado, la antigua fortaleza medieval que hoy alberga el Museo de Historia de Jerusalén.





Día 7- Tel Aviv



La ruta finaliza con un brutal contraste, de la ciudad santa donde tradición y religión van de la mano, a la ciudad que nunca duerme repleta de ofertas de ocio, libertad y dorada arena de playa mediterránea. Tel Aviv se muestra orgullosa de su juventud y su taimado descaro, mostrando su arquitectura bauhaus entre rascacielos, sus cafés en bulevares iluminados por un codiciado sol y una bulliciosa vida social, cultural y artística que la convierten en la hermana díscola de Jerusalén.



Sin embargo, no hace falta rascar mucho para recordar que sigues en Israel; basta con acercarte al casco antiguo de Jaffa.  Sus calles adoquinadas invitan a perderse e irse sorprendiendo con galerías de arte, museos, mezquitas y un aire árabe entre tradicional y bohemio que embauca.  Lo ideal es terminar en el coqueto puerto, uno de los más antiguos del mundo, y si es al atardecer mucho mejor porque a esas horas ofrece las mejores vistas del horizonte de Tel Aviv.


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