“¿QUÉ VER EN ISRAEL EN UNA SEMANA?”
De los errores se aprende. Tras mi viaje a Israel, puedo decir
totalmente convencido eso de no juzgues un país antes de conocerlo. Lejos queda
la idea absurda de que sólo es un destino para el turismo religioso porque este
pequeño país esconde una increíble diversidad de escenarios, propuestas y
opciones para satisfacer a todo tipo de viajeros.
Con tantos los lugares por visitar
que es difícil elegir sin dejarse siempre algo interesante fuera del recorrido.
En mi caso seguí por libre este itinerario de 7 días que no me defraudó en
absoluto, aunque como siempre se puede mejorar.
Día 1- Tel Aviv- Cesarea – Acre- Tiberíades
La llegada a Israel no fue
precisamente idílica. El avión aterrizó antes incluso del amanecer en el
aeropuerto internacional Ben Gurion de Tel Aviv bajo un increíble diluvio que
parecía dispuesto a estropear los planes. Sin embargo, después de recoger el
coche en la propia terminal, superar un atasco histórico y conducir bajo la
lluvia por la ribera del Mar Mediterráneo, el cielo regaló una tregua justo al
parar ante el antiguo acueducto romano que hay en la playa un poco antes de la
entrada al Parque Nacional de Cesarea.
Si te gusta la historia, la
arqueología y el mar habrás llegado a tu propio paraíso y tienes que darle las
gracias al mismísimo Herodes que levantó está ciudad romana allá por el S.I.
a.C. Hoy, pasear por sus ruinas entre gaviotas y olas es toda una delicia muy
recomendable que te llevará del puerto al hipódromo, las termas y el
anfiteatro.
Siguiendo rumbo al norte, se quedó
sin ver Haifa porque la siguiente parada era la ciudad costera de Acre,
incluida en la ruta no porque viera pasar por su puerto a Alejandro Magno,
Marco Polo e incluso a Napoleón, sino porque es la única ciudad por el momento
que son dos en una. Bajo tierra, se esconde toda una auténtica ciudad cruzada
con sus túneles secretos que merece la pena recorrer de la mano de un guía.
Y en la superficie, bulle la ciudad
actual con sus callejuelas llenas de vida donde árabes y judíos conviven en una
aparente sintonía, donde es posible relajarse en un hamman, comer pescado
fresco en el puerto, perderte por el zoco o soñar con dormir entre nubes de
algodón.
Tras un intenso día no queda tiempo
ni luz para acercarse hasta Safed, así que solo resta dormir para reponer
fuerzas en el idílico The Scots Hotel junto al inmenso lago Tiberias que no
hubo tiempo de investigar.
Día 2. Tiberias- Nazaret- Monasterio de San Jorge- Mar muerto
De camino al Mar Muerto hay mucho por
ver así que no hay tiempo que perder. La primera parada es Nazaret que, además
de tener una innegable carga religiosa, hoy en día es la ciudad árabe más
importante de Israel. Lo más relevante, además de un sinuoso casco antiguo
adoquinado, es la basílica de Anunciación. Su arquitectura modernista sorprende
muy gratamente, al igual que unos curiosos mosaicos en el patio que representan
la imagen de la virgen con el niño Jesús en los países más diversos que puedas
imaginar, una curiosa manera de viajar por el mundo a través de este icono.
Siguiendo la ruta hacia el Mar
Muerto, tienes una parada que, bajo mi punto de vista, merece mucho la pena. En
medio de la nada, no muy lejos de Jericó y de los campamentos de refugiados de
Cisjordania, aparece tallado en la roca el Monasterio de San Jorge, desafiando
al vértigo colgado en medio de un cañón. A pesar de encontrarlo ya cerrado por
el horario, solo las vistas y el paseo para bajar hasta allí andando bien valen
la parada.
Terminar la jornada conduciendo a
orillas del famoso Mar Muerto es el punto final perfecto para la segunda
jornada en este sorprendente país. En el tintero quedó el Parque Nacional de
Qumrán donde se encontraron pergaminos y papiros que conforman los manuscritos
más antiguos conocidos de la Biblia. En mi caso me quedo con los desérticos
paisajes del camino, la fuerza del agua en una improvisada catarata de lluvia
por la montaña y con este delicioso atardecer.
Día 3.-Ein Gedi- Sodoma- Mar muerto
Llega el día de descubrir el
significado de la palabra oasis. En medio del duro desierto de Judea, entre dos
cañones, se esconde Ein Gedi, una reserva natural donde puedes hacer trekking
para ir descubriendo por el camino pozas, pequeñas cascadas y una sorprendente vegetación
para huir del calor y con suerte toparte con la fauna desértica.
Tras probar la célebre flotabilidad
en las aguas del Mar Muerto (ni se os ocurra meter la cabeza, ni mojaros los
labios, advertidos quedáis), nada mejor que descargar adrenalina con una increíble
ruta guiada en 4×4 por el monte Sodoma. Una experiencia 100% recomendable
durante la que aprendes un montón de cosas de la mano del gran profesional
Barak Horwitz, podrás hacer fotos increíbles y rodarás por lugares que parecen
de otro planeta. No dudes en contactar conmigo si quieres su contacto.
Día 4 Massada-Avdat- Mitzpe Ramon-
Jerusalén
Un madrugón de los buenos no sienta
mal cuando el objetivo merece la pena. En este caso, ver amanecer desde lo alto
de la fortaleza de Masada es la mejor de las recompensas. Hay que llegar aún de
noche y subir a pie el famoso camino Snake Path que serpentea cuesta arriba
para llevarte hasta la cima de esta increíble meseta donde un puñado de judíos
resistió el asedio hasta romano, aunque eso hay que contarlo con más calma. A
la vuelta puedes ahorrarte el camino bajando en funicular y admirar con calma
las vistas con el Mar Muerto y Jordania al fondo.
Toca decir adiós al Mar Muerto para
conducir todo el día hasta Jerusalén, pero dando un pequeño rodeo para unas
paradas de interés. La primera es en medio del desierto del Neguev, en un cerro
elevado donde hoy están las ruinas de la antigua ciudad de Avdat que fue parada
obligatoria en las caravanas de nabateos que iban de Petra al Mediterráneo en
el s. III a.C.
Sin abandonar el desierto se llega
hasta uno de los lugares más fascinantes de Israel y que, curiosamente, no
suele estar en los itinerarios turísticos. Se trata del pueblo de Mitzpe Ramon,
el mejor mirador a Maktesh Ramon, el gran cañón de Israel donde la tierra se
abre en una inmensa brecha de 40 kilómetros de largo y hasta ocho de ancho. Mi
recomendación es hacer como poco una noche en esta localidad para explorar con
calma este cráter bestial que ofrece, por ejemplo, interesantes trekkings para
descubrir unos espectaculares paisajes lunares. Sin embargo, en este caso hubo
que seguir rumbo a Jerusalén para dormir allí.
Días 5 y 6.- Jerusalén
Y por fin el itinerario desemboca en
la inevitable Jerusalén donde dos días enteros no parecen suficientes para
todo, pero aun así toca exprimir al máximo la ciudad santa. Un tour guiado
consigue que te hagas una idea muy buena de todo lo que hay por abarcar, desde
el Monte de los Olivos, a la Ciudad Vieja con sus diferentes barrios, la
explanada de las mezquitas donde la Cúpula de la Roca es la protagonista
indiscutible, el famoso Muro de Las Lamentaciones y sus túneles subterráneos,
la iglesia del Santo Sepulcro…
Una vez que tengas ese panorama
general, mi recomendación es que te pierdas por sus calles sin prisa ninguna
para observar los contrastes de sus gentes, para escuchar su banda sonora, para
respirar el ambiente de la ciudad, que vuelvas a distintas horas al lugar que
te haya cautivado para ver cómo cambia a lo largo del día y que te sientas
libre de prejuicios para elegir el Jerusalén que más te guste.
No te olvides de visitar Mahane
Yehuda el mercado más famoso de Jerusalén para sumergirte en una fiesta donde
olores y colores se pelean por sobresalir entre los puestos de dulces,
pescados, verduras, quesos… Un lugar imprescindible para sentarte sin parpadear
a ver pasar por delante de tu mirada la vida de los israelís. Ni se te ocurra
ir un viernes por la tarde o un sábado porque lo encontrarás cerrado a causa
del shabbat, sin embargo, visitarlo el viernes por la mañana o el jueves por la
tarde asegura un ajetreo especial.
Por la noche también hay cosas que
hacer en la ciudad y una de las más recomendables es el espectáculo nocturno en
La Torre de David junto a la puerta de Jaffa. Un increíble juego de luces y
proyecciones al aire libre que recrea la historia de la ciudad en un entorno
privilegiado, la antigua fortaleza medieval que hoy alberga el Museo de
Historia de Jerusalén.
Día 7- Tel Aviv
La ruta finaliza con un brutal
contraste, de la ciudad santa donde tradición y religión van de la mano, a la
ciudad que nunca duerme repleta de ofertas de ocio, libertad y dorada arena de
playa mediterránea. Tel Aviv se muestra orgullosa de su juventud y su taimado
descaro, mostrando su arquitectura bauhaus entre rascacielos, sus cafés en
bulevares iluminados por un codiciado sol y una bulliciosa vida social,
cultural y artística que la convierten en la hermana díscola de Jerusalén.
Sin embargo, no hace falta rascar
mucho para recordar que sigues en Israel; basta con acercarte al casco antiguo
de Jaffa. Sus calles adoquinadas invitan
a perderse e irse sorprendiendo con galerías de arte, museos, mezquitas y un
aire árabe entre tradicional y bohemio que embauca. Lo ideal es terminar en el coqueto puerto,
uno de los más antiguos del mundo, y si es al atardecer mucho mejor porque a
esas horas ofrece las mejores vistas del horizonte de Tel Aviv.
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